Desde la antigüedad, el roble ha sido considerado un árbol sagrado y oracular. De hecho, hay mucha gente que veneraba esta especie en particular en la antigüedad. Entre ellos encontramos a los griegos, los romanos y especialmente los celtas.
Los celtas y la veneración de la naturaleza
Esta población, que aún hoy está envuelta en el misterio, tenía una estrecha relación con la naturaleza. Era venerado y respetado como fuente de sustento, vida y paz. Por esta concepción particular (similar a la de los indios americanos) sabemos con certeza que los celtas no construyeron templos sino que fueron a lugares específicos para conectarse con lo divino.
Los arroyos, valles, lagos, estanques y manantiales eran sitios «mágicos» donde se podían percibir las divinidades y realizar rituales. El bosque, sin embargo, seguía siendo uno de los lugares sagrados por excelencia y dentro de él se adoraban muchas plantas diferentes, incluyendo el roble (uno de los más importantes) y el muérdago.
El árbol de la vida
La profunda relación que los celtas tenían con la naturaleza, como hemos dicho, les llevó a desarrollar numerosas creencias sobre los árboles.
Una de ellas, también presente en muchas otras religiones y culturas, se refiere al árbol de la vida. Es un arquetipo que sirve para representar el mundo y el universo, el conocimiento o la conexión entre lo humano y lo divino.
Esta imagen extremadamente recurrente representa el flujo de la vida y, dependiendo de las culturas, tiene diferentes matices. Sin embargo, hay algunos elementos comunes: todos los árboles de la vida tienen raíces fuertes, grandes y firmes hasta el suelo, las ramas sobresalen hacia el cielo, son gruesas y ricas en frutos (un símbolo de nutrición física y espiritual), las hojas tienen poderes curativos.
El roble, el árbol de la vida celta
El majestuoso roble es un árbol de profundo significado. Sus frutos son capaces de alimentar a hombres y animales, su tamaño le permite hacer mucho espacio en el bosque, su larga vida lo pinta como una fuente de sabiduría, las hojas pueden ser utilizadas para curar un gran número de enfermedades y dolencias.
Por todas estas razones, cuando hablamos del árbol de la vida celta, encontramos representaciones casi unicamétricas de grandes robles con complicados entrelazados.
Para la población celta el tronco del árbol representaba el mundo físico, en el que todos estamos inmersos y vivimos. Las raíces, por otro lado, que se hunden en el suelo, representaban la conexión con los mundos inferiores y, por el contrario, las ramas que sobresalían hacia arriba eran la conexión con los mundos superiores.
El árbol de la vida celta no es más que una metáfora para explicar el viaje de la vida de cada hombre. Las raíces representan la parte más salvaje de uno mismo que, sin embargo, puede ser modificada a medida que uno crece y madura. El tronco y las ramas son el camino de cada uno de nosotros, por lo que algunas ramas son nudosas y se rompen sin hojas. Estas ramas en particular representan los caminos equivocados, los errores que no conducen a nada pero que pueden ser corregidos.
Madurar espiritualmente, para esta población, significaba superar los obstáculos, cometer errores y remediarlos. Por esta razón el árbol de la vida es un fuerte símbolo de renacimiento y cambio.
El árbol de la vida hoy en día
Este arquetipo es muy común y todavía se aprecia hoy en día. Hay muchos colgantes que lo representan y su profundo significado simbólico también se adapta perfectamente a nuestros tiempos. A menudo se utiliza como una idea de regalo en tiempos de cambios profundos (nuevo hogar, nueva pareja, nuevo trabajo).
Su interpretación puede ser la siguiente: echa raíces firmes para no olvidar los orígenes, el pasado y las relaciones importantes (familia y amigos), buena predisposición al cambio y una vida rica y plena, como el árbol está hecho de hojas.